Frank Zappa. El topo californiano

por Diego A. Manrique
El Europeo nº 23, mayo de 1990, pp. 140-144

En las próximas navidades, Frank Zappa cumplirá cincuenta años. Pero no hay perspectivas de jubilación: el fundador de The Mothers of Invention tiene que administrar la difusión de su proteica obra, buscar apoyo institucional para complejos proyectos, continuar su combate contra el creciente puritanismo norteamericano, vigilar las carreras de sus hijos. Por si fuera poco, últimamente se siente atraído por los misterios de la alquimia y el esoterismo.

"¿Una entrevista? Tiene que ser a las seis de la mañana, cuando he terminado de trabajar. Bien, otra posibilidad sería hacia las diez de la noche, a esa hora ya suelo estar despierto."

Frank Zappa acepta al final hacer una excepción con nosotros, "por cortesía hacia España". Más explícitamente, reconoce que quiere mantener buenas relaciones con los medios españoles; también él tiene la mirada puesta en los cofres del V Centenario.

"Visité a Juan Barranco para proponerle mi concepto de fundar una Bauhaus para los años noventa. La idea es organizar algo que vaya más allá del 92. Queremos bautizarlo como el Instituto Cristóbal Colón; se trata de utilizar edificios existentes en Madrid y convertirlos en instalaciones especiales donde los artistas de todo el mundo se puedan reunir y trabajar juntos. No se pretende crear únicamente arte o entretenimiento, sino que las cosas que salgan de allí sean útiles y tengan una vida comercial. La Bauhaus alemana producía arquitectura, diseño industrial, arte dramático, música, muchas actividades diversas. Ya que Madrid será la capital cultural europea en 1992, me parece un proyecto adecuado para enlazar Europa y América."

¿Barranco? No me atrevo a deprimirle con explicaciones sobre los sobresaltos en la política municipal madrileña. Además, ya se ha disparado y explica otras maquinaciones intercontinentales, como "Dio Fa", una ópera a estrenar en La Scala, coincidiendo con el Mundial de Fútbol, con el coro del teatro milanés y la Sinfónica de Chicago.

Tal como lo cuenta, suena perfectamente disparatado. Pero este hombre lleva como lema una frase del difunto Edgard Varèse: "El compositor del tiempo presente rehúsa morir." Y su tenacidad le lleva a embarcarse en desagradables batallas con el mundo de la "música seria". Con la excepción de Pierre Boulez, que dirigió algunas de sus piezas, no tiene más que veneno para los instrumentistas y los manejadores del universo clásico. Horribles anécdotas sobre los caprichos de los miembros de la London Symphony Orchestra, historias de cerrazón corporativista y codicia vulgar.

"La situación de la música contemporánea es nefasta: las obras que se escriben están diseñadas para el presupuesto que un burócrata ha asignado a esa producción. Es casi imposible que un compositor haga música para una gran orquesta, ya que no hay dinero suficiente para pagar los ensayos necesarios o la copia de las partituras. Así que la gente escribe piezas modestas para pequeños grupos: la mayoría de esas piezas son frivolidades."

Frank Zappa compone música orquestal desde los trece años, pero no se hace ilusiones respecto a las posibilidades de oírla interpretada con regularidad. Su instrumento de trabajo actual es el Synclavier, un pasmoso ordenador musical que cuesta por encima de los cuarenta millones de pesetas.

"Mis piezas tienen fragmenteos muy complicados, pero el Synclavier los toca con extrema precisión... y no tiene que masajear el ego de unos profesores que te miran por encima del hombro. Claro que la máquina carece de expresividad humana. Los músicos pueden hacer cosas que son imposibles para el ordenador, y viceversa. Sin embargo, aprecio el hecho de que el Synclavier no tenga reivindicaciones laborales, problemas de estómago o dilemas sentimentales."

El pragmatismo de Zappa se manifiesta en todos los órdenes. Harto de contemplar la incesante aparición de libros que cubre su extraordinaria carrera, acaba de publicar The real Frank Zappa book, un pintoresco volumen escrito en colaboración con el periodista neoyorquino Pete Occhiogrosso.

"Los libros que se han escrito sobre mí son extraordinariamente triviales y erróneos. No obstante, no me parece razonable perder el tiempo en rectificaciones y polémicas, que además no tendrían salida en el mercado. Lo que ocurre es que las editoriales saben comercializar los libros biográficos y llegué a un acuerdo con Simon & Schuster: yo les daba una autobiografía más o menos divertida si accedían a incluir en la segunda parte una serie de reflexiones mías sobre cuestiones que me preocupan. Y está siendo una especie de best seller: acabo de venir de Nueva York, donde firmé 500 libros en una tarde."

The real Frank Zappa book cuenta la insólita trayectoria de un descendiente de sicilianos que se convierte en padrino de los elementos más virulentos de la bohemia norteamericana, al mismo tiempo que emprende una particular cruzada contra el fanatismo reaccionario. Una trayectoria que le ha llevado a los tribunales con cierta frecuencia, comenzando con la detención en 1962 por grabar en su estudio cintas de jadeos y suspiros por encargo de un agente de paisano de la brigada anti-vicio: "El ser un reo convicto tiene sus ventajas, me complació comprobar que eso me eximía del servicio militar."

A mediados de los sesenta, disciplinando a músicos encallecidos de tocar en clubs de tercera, Zappa irrumpe en Los Ángeles con The Mothers of Invention ("la necesidad es la madre del ingenio"). Una salvaje ensalada de sátira social, voces tipo años cincuenta, collages vanguardistas recitados, humor escatológico y espectáculo desquiciado. Zappa se convierte en un magneto que atrae a los personajes más peculiares de todo el país, a muchos de los cuales produce posteriormente en sus sellos, Straight y Bizarre:

"Yo detestaba a los hippies. Para mí eran otra manifestación del conformismo norteamericano, de la tendencia a agruparse en tribus que aceptan un evangelio que les hace sentirse superiores a los demás. Mi gente eran los "freaks", los mutantes que tenían un estilo individual que les separaba radicalmente del resto de la comunidad. "Freaks" en el sentido físico, sexual o mental, marginales por necesidad, no por seguir la ideología de moda."

En los ensayos que acompañan a las páginas biográficas de su libro, Zappa pontifica sobre la educación, la religión, las drogas o los impuestos. Zappa es un libertario, en el sentido norteamericano de la palabra: un conservador opuesto a los gastos militares y al intervencionismo social del Estado, al que no reconoce autoridad en la conducta moral de los ciudadanos. Sus creencias le han llevado a Washington, donde ha testificado ante un comité especial del Congreso, que pretendía imponer la censura en la industria discográfica.

"Hay una extraña alianza entre los grupos reaccionarios y los movimientos feministas, que se han conjurado en contra de lo que ellos llaman pornografía. Se trata de buscar una cabeza de turco, una solución simplona para problemas complejos como la violencia sexual. Es un signo de los tiempos; desde que Reagan salió elegido, el país se está moviendo hacia la derecha. La política de la derecha es la política del miedo. Temen las nuevas ideas, quieren que todo vuelva a los tiempos anteriores a Kennedy o, si eres capaz de imaginártelo, al período anterior a F. D. Roosevelt. Deben mantener sus privilegios y han logrado transmitir su miedo a las personas creativas y al resto de los políticos: si eres favorable al aborto o contrario a la intervención en América Central, hay organizaciones nacionales que se ocupan de que no seas elegido en tu Estado. Los ochenta han sido un período desagradable para los Estados Unidos. Por decirlo de forma suave, creo que hemos vivido tiempos mejores."

La conciencia cívica de Zappa se manifiesta en campañas para lograr que los jóvenes se inscriban como votantes: durante la gira de 1988, consiguió que cerca de doce mil personas se apuntaran. ¿No le resulta descorazonador que, posteriormente, esta parte del electorado se incline por Reagan o Bush?

"Eso dicen las estadísticas, pero no creo que mis oyentes sean precisamente tradicionalistas. Bush ganó las elecciones, pero el número de personas que acudieron a las urnas fue el menor que se ha registrado jamás en la historia norteamericana. Mi psotura es invitar a la gente a que se interese en la política, y eso pasa por la inscripción en el censo electoral. Pero comprendo que, aunque se inscribieran, luego no fueran a votar: si no te gusta ni Bush ni Dukakis, tiene sentido el quedarte en casa."

La bestia negra de Zappa se llama "censura". Una parte substancial de su libro describe las incidencias del litigio del artista contra el Royal Albert Hall londinense, que canceló una representación de 200 motels alegando su contenido obsceno:

"Fue muy instructivo pasarse horas en un tribunal discutiendo sobre erecciones, posturas y símbolos fálicos. Al final, el juez aceptó que mi material no caía en lo prohibido por las leyes contra la obscenidad y coincidió conmigo en que el Albert Hall había incumplido el contrato. Pero dado que es una institución real, tiene permiso para comportarse de esa forma, sobre todo cuando la parte demandante es un norteamericano raro. Me dieron la razón y me mandaron a la mierda."

Uno de los últimos discos de Zappa se titula "Ya no puedes hacer eso en el escenario": el mundo del rock ha estrechado sus horizontes morales y estéticos. Para librarse de interferencias extrañas, Zappa se ha convertido en discográfica, comprando los derechos de todas sus grabaciones antiguas.

"En algunos casos he descubierto que las cintas estaban inutilizables, las compañías ni siquiera saben conservar su legado; también me he encontrado con cortes de tijera, elimando alguna letra que ofendía a no se sabe quién. Mi problema es la comercialización de tanto material: como Frank Zappa o como The Mothers, tengo más de cincuenta referencias. La idea es editar una especie de "Obras completas", una serie de Compact Discs que ordenen todo lo publicado y que incluyan grabaciones inéditas en vinilo. Desde 1969 he registrado todas mis actuaciones y en el sótano tengo una fonoteca inmensa. Dado que en las giras pierdo dinero, aprovecho para grabar todo y ésa es la base de mis discos de rock. Aquí, en casa, tengo un estudio de 48 pistas y paso las horas preparando esas cintas para su edición. Gail, mi mujer, se ocupa de la parte comercial, tenemos un servicio de ventas por correo que ofrece vídeos, grabaciones raras, panfletos. Mi ideal es el control total: hay pactos de distribución con Capital-EMI o Rykodisc, pero no se entrometen en los contenidos."

Zappa habla de su familia como "un concepto dado". Y sus ojillos cansados se iluminan cuando se refiere a las actividades de sus hijos mayores.

"Cher se quejaba de que su hija, Chastity Bono, habia salido tan rebelde por el nombre, pero se consolaba pensando en que mis hijos se llaman Dweezil, Moon Unit, Ahmet y Diva. Lamento decepcionarla, pero ellos son críos estupendos, completamente autosuficientes.

¿Vetado? ¿Por ese clip en el que un personaje parodia a Ronald Reagan?

"Ese fue un caso puntual. Es más sibilino que todo eso: MTV tienen una serie de normas para determinar lo que es emitible y lo que no aceptarán. Un vídeo puede contener un tanto por ciento de erotismo suave, otro de parte argumental y en el resto se ve al artista haciendo playback. Es la fórmula aceptable: si no la respetas, te arriesgas al ostracismo. Hay realizadores de vídeo que se adelantan y llaman a MTV para contarles lo que van a meter en su vídeo para saber si están conformes y dispuestos a emitirlo. Es el miedo que reina en Estados Unidos, la forma en que se ha implantado la autocensura: tienes que pedir permiso para hacer TU vídeo de acuerdo con las especificaciones de OTRA persona.

Por inconformismo visceral o, al decir de sus enemigos, por pura megalomanía, Zappa continúa ejerciendo la labor de moscardón incordiante. Su pelo está cuidadosamente recortado, hay canas en el mostacho y las piedras de los riñones le dan disgustos regularmente, pero su ímpetu no ha disminuido. Vive como un ermitaño en las colinas de Hollywood, un alcohólico del trabajo que desdeña el destelleo de Los Ángeles.

"No tengo ninguna pasión especial por esta ciudad, podría vivir igualmente Sevilla o en Leningrado. Pero, como estoy en la industria de la música, me viene bien, ya que aquí hay todo tipo de servicios. No voy a los conciertos ni tengo contactos con la escena musical de Los Ángeles. En lo que a mí respecta, la escena musical de Los Ángeles se encuentra en mi sótano."

Zappa desconfía del etnocentrismo de la sociedad norteamericana. Aparte de jocosas proposiciones ("mi convicción es que Sicilia es la cuna de la humanidad"), investiga en los márgenes de la cultura establecida:

"Una de las cosas de las que hablé con el alcalde de Madrid fue de la creación dentro del Instituto de un centro para el estudio de la alquimia y los conocimientos esotéricos. En Rusia conocí a Tatiana, una mujer de sesenta años que ha descubierto procesos antiguos para tratar la piedra y los metales. Ella dice que las piedras están vivas, que hay que tocarlas para saber lo que necesitan. A partir de eso, ella prepara un líquido que un ayudante suyo extiende de un modo especial sobre la superficie. El objeto que trata queda a salvo del deterioro: lo ha demostrado en la tumba del soldado desconocido, en Moscú: el agua no se adhiere, las piedras no se ensucian. También ha tratado una estatua de bronce: se conserva igual que salió del estudio del escultor, sin adquirir ese típico color verde. Tatiana no revela sus fórmulas, dice que su secreto morirá con ella, pero estaba dispuesta a acudir a Madrid y hacer una demostración sobre cualquier monumento."

Fuera de estas cuestiones misteriosas, ¿qué otros planes bullen en la cabeza de Frank Zappa? ¿Cómo será la próxima gira?

"Como las anteriores. Es decir, cuarenta o cincuenta personas, todas las cuales cobrarán religiosamente a pesar de que yo pierda dinero. Y si quieres saber si esa gira se distinguirá por los encuentros con groupies y el consiguiente comportamiento sexual enloquecido... pues claro que sí."

 

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2020-03-06